domingo, 31 de agosto de 2025

Centenario de Jesús Nuncira Machado

 DINASTÍA QUE NUNCA SE ACABA

Música y bonanza bananera, un coctel que se desplazó de Ciénaga a Barranquilla. Los arreglos de “En la rueda del cumbión”, incluso, aportes para el “Merecumbé” de Pacho Galán. La invasión musical Caribe a Bogotá.

Por: Carlos Ramos Maldonado, periodista CNP Colombia

El umbral del decimonónico y la primera mitad del siglo pasado fueron muy ventajosos para la Zona Bananera de la población de San Juan de Cuatro Aguas de Ciénaga (departamento del Magdalena), pues la súper producción de la fruta tropical apetecida por extranjeros convirtió la región en central de acopio no solo del dinero verde importado sino de una inmigración laboral caribeña y andina que en su mochila cargaba cada cual una cultura que terminó combinándose para crear identidad propia, especialmente en el campo musical: guitarra con percusión y vientos, mejor dicho, el origen de la música moderna del Magdalena Grande, pero también algunos proyectiles melódicos para impactar en la renaciente metrópoli que crecía a orillas de Bocas de Ceniza.

Producción de banano en tiempos de la bonanza

Ciénaga, entonces, era un laboratorio musical con ensayos cubanos, andinos, indígenas y negros cuya mezcla sigue vigente. Repuntaron allí Eulalio Meléndez (descendiente cubano), la cubana María Teddy, Andrés Paz Barros, Ramón Ropaín, Guillermo Buitrago (descendiente andino), Tito Nuncira Torres, Rafael Vélez Gómez, Carlos Caro, Ángel Fontanilla, Clemente Escalona Labarcés (padre de Rafael Escalona), por apenas mencionar algunos.

Pero por la crisis sindical patronal en las haciendas bananeras, que generó persecución y violencia armada en los años 20, decayó el crecimiento económico y, en consecuencia, el apogeo social, y muchos de los artistas musicales se mudaron para Barranquilla, ciudad que crecía por su cercanía con el muelle de Puerto Colombia y el proyecto del terminal marítimo al interior del Río. En esa mudanza casi masiva se vino en 1927 Tito Nuncira y su familia, entre ellos su hijo Jesús Nuncira Machado, de apenas tres años y un sueño merodeando que lo convirtió en prodigio de la música.

Jesús Nuncira había nacido el primero de enero de 1924, hace hoy 100 años.

Música, maestro, de padre a hijo, discípulos de Biava

Cuando el maestro italiano Pedro Biava organiza en 1931 la Orquesta Filarmónica de Barranquilla, llama a su equipo al saxofonista Tito Nuncira al lado de otros músicos locales y extranjeros que perdurarían en el cuaderno de estética de la historia local: Adaulfo Moncada, Hernando Altamar, Hans Newmann, Augusto Hannerbgh, Raúl Glen y Tica Emiliani, entre otros.

Y cuando Biava crea, con el apoyo del profesor Julio Enrique Blanco y el gobernador de entonces, Eparquio González, el Conservatorio de Música adscrito a Bellas Artes, se inscriben entre sus primeros discípulos Ángel María Camacho y Cano, Antonio María Peñaloza, Francisco Galán Blanco y el joven Jesús Nuncira Machado.

A Nuncira Machado jamás se le olvidaría una recomendación casi constante de Biava:     

-Cuando uno está contento, canta; cuando está furioso, hace ruido. Cuando se grita, no se piensa; en cambio, cuando uno canta o toca música, reflexiona. Para hacer música hay que organizar el sonido y los movimientos, y para escribir una historia, hay que organizar el lenguaje y el recado.

Allí comenzó su peregrinar por las orquestas locales: primero la Banda Departamental del Atlántico, y después acompañando a sus colegas profesionales: Juancho Esquivel, Ramón Ropaín, Rufo Garrido, José Ramón Herrera, Clímaco sarmiento y Pacho Galán, hasta que monta su propia orquesta: Nuncira Machado y su Orquesta con la voz del inconfundible Tony Zúñiga (“¡Come callao, come callao!”), grabando para disqueras costeñas como Eva, Tropical, Fuentes y Curro. Entre sus interpretaciones orquestales se cuentan: “Lamento montañero, “El gato de chepa”, “Juan de Acosta”, “El conejo cotilino”, “A ti”, “Rocío”…

Escuchar “El platanal” https://n9.cl/06gvnv

Escuchar “El hombre del palo” https://n9.cl/40awm

 Tema con tres nombres diferentes y una canción verdadera

“En la rueda del cumbión”, o “Los amores de Petrona” o “Como se acaban las velas” es una emblemática canción carnavalera de la autoría del nortesantandereano Julián Pérez Carvajalino, que tuvo un viacrucis para su perfección melódica y consecuente grabación, pues el arreglista inicial, el soledeño Marcial Marchena, no acertaba con el gusto espiritual de la inspiración: un romance efímero entre Petrona con Lucho Francisco Ramos alrededor de un cambión, que en la Costa sucede en las fiestas patronales, decembrinas o en carnaval.

Todo sucedió en 1966: Julián Pérez C. comentó en un encuentro casual por los lados de la calle Progreso con Jesús de Barranquilla a Jesús Nuncira que tenía la letra de una canción, la cual le entonó a capela, pero que no lograba perfeccionar la melodía, lo que iluminó al cienaguero, aunque con arreglos nuevos, incluyéndole coro y estribillo principal: “Los amores de Petrona, fueron una exhalación, y ahora están de boca en boca, que es una murmuración”.

Al terminar mostró la pieza a Genaro Fallú y a Emilio Fortou, dueños de Discos Tropical, que le dieron de inmediato luz verde a la grabación.

La nómina que grabó era de lujo: Justo Velázquez en el bajo; Alci Acosta en el piano; Chicho Medina y Raúl Lastra en las trompetas; Chicho Sarmiento en el saxo alto; Roberto Plá en la batería; “el mulo” en las congas; Rosendo Martínez en el bombardino; el cantante cartagenero Luís Gómez y Nuncira Machado, saxo tenor, arreglo y dirección y en los coros Óscar Pantoja y Tomasito Rodríguez, el que grita al comienzo “me falta la ele”, un gap en alusión al concurso que hacía con las checas la gaseosa Kolcana en ese época. 

Escuchar “Cómo se acaban las velas” https://n9.cl/lnbbz

Incluso, en algún momento a este periodista comentó Armando Galán (qpd) cuando se construía la biografía novelada del maestro Pacho Galán, que Jesús Nuncira participó en las reflexiones que hacía el músico soledeño con sus amigos más cercanos al respecto de la creación del ritmo Merecumbé:

-Pero entonces que no sea de la misma línea o tenga el mismo orden del porro: danza, ad-liventon, contradanza y bozá -propuso Nuncira Machado-. Quítale la entrada y dale un giro melódico más vocal.

Bogotá, sueño urbano nacional

Hacia la década de los 60 Bogotá tuvo un auge de la industria musical a través de Philips y CBS en franca competencia con Medellín, que había escalado con Fuentes, Sonolux, Codiscos, Victoria y otras disqueras de menor relevancia, mientras al respecto se daban retrasos productivos de Cartagena y Barranquilla.

Pero, además, la ciudad capital desarrolló un eficiente sistema tributario, lo que le dio fortaleza financiera, y un plan de conectividad interna y externa que la hacía seductora tanto en lo empresarial como en lo comercial y social. Entonces creció, y con ello el negocio de la música, concentrando en su quehacer de diversión a las mejores orquestas nacionales que terminaron asentadas allí o asegurando la ciudad como subsede.

Nuncira Machado no fue la excepción, migró. Además de que en 1969 se integra a la Orquesta Sinfónica de la Policía Nacional, ingresa a los sellos Philips y CBS en donde graba con agrupación de banda sabanera instrumental.

Con CBS graba el fandango “Bogotá” https://n9.cl/40awm

El músico, compositor, arreglista y director de orquesta falleció en la capital de Colombia el 11 de abril de 1993, y su herencia la continuaron dos de sus hijos, el percusionista Tito (quien falleció en 2021 por Covid) y el cantante Chucho Nuncira Cervantes, ambos con agrupaciones propias como La Fuerza Mayor y exintegrantes de la Protesta y Orquesta Tupamaros. Además, son hijos suyos: Mariela, Luz Marina, Rocío y Wilson, todos con la barranquillera Julia Cervantes.

Los nietos de Jesús Nuncira Machado también llevan en su cuerpo de vena de músicos.

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