DINASTÍA QUE NUNCA SE ACABA
Música y bonanza bananera, un coctel que se desplazó de Ciénaga a
Barranquilla. Los arreglos de “En la rueda del cumbión”, incluso, aportes para
el “Merecumbé” de Pacho Galán. La invasión musical Caribe a Bogotá.
Por: Carlos Ramos Maldonado, periodista CNP Colombia
El umbral del decimonónico y la
primera mitad del siglo pasado fueron muy ventajosos para la Zona Bananera de
la población de San Juan de Cuatro Aguas de Ciénaga (departamento del
Magdalena), pues la súper producción de la fruta tropical apetecida por
extranjeros convirtió la región en central de acopio no solo del dinero verde importado
sino de una inmigración laboral caribeña y andina que en su mochila cargaba
cada cual una cultura que terminó combinándose para crear identidad propia,
especialmente en el campo musical: guitarra con percusión y vientos, mejor
dicho, el origen de la música moderna del Magdalena Grande, pero también
algunos proyectiles melódicos para impactar en la renaciente metrópoli que
crecía a orillas de Bocas de Ceniza.
Ciénaga, entonces, era un
laboratorio musical con ensayos cubanos, andinos, indígenas y negros cuya
mezcla sigue vigente. Repuntaron allí Eulalio Meléndez (descendiente cubano), la
cubana María Teddy, Andrés Paz Barros, Ramón Ropaín, Guillermo Buitrago
(descendiente andino), Tito Nuncira Torres, Rafael Vélez Gómez, Carlos Caro, Ángel
Fontanilla, Clemente Escalona Labarcés (padre de Rafael Escalona), por apenas
mencionar algunos.
Pero por la crisis sindical
patronal en las haciendas bananeras, que generó persecución y violencia armada
en los años 20, decayó el crecimiento económico y, en consecuencia, el apogeo
social, y muchos de los artistas musicales se mudaron para Barranquilla, ciudad
que crecía por su cercanía con el muelle de Puerto Colombia y el proyecto del
terminal marítimo al interior del Río. En esa mudanza casi masiva se vino en
1927 Tito Nuncira y su familia, entre ellos su hijo Jesús Nuncira Machado, de
apenas tres años y un sueño merodeando que lo convirtió en prodigio de la
música.
Jesús Nuncira había nacido el
primero de enero de 1924, hace hoy 100 años.
Música, maestro, de padre a hijo, discípulos de Biava
Cuando el maestro italiano Pedro Biava organiza en 1931
la Orquesta Filarmónica de Barranquilla, llama a su equipo al saxofonista Tito
Nuncira al lado de otros músicos locales y extranjeros que perdurarían en el
cuaderno de estética de la historia local: Adaulfo Moncada, Hernando Altamar, Hans
Newmann, Augusto Hannerbgh, Raúl Glen y Tica Emiliani, entre otros.
Y cuando Biava crea, con el apoyo del profesor Julio
Enrique Blanco y el gobernador de entonces, Eparquio González, el Conservatorio
de Música adscrito a Bellas Artes, se inscriben entre sus primeros discípulos Ángel María Camacho y
Cano, Antonio María Peñaloza, Francisco Galán Blanco y el joven Jesús Nuncira
Machado.
A Nuncira Machado jamás se le olvidaría una recomendación
casi constante de Biava:
-Cuando uno está
contento, canta; cuando está furioso, hace ruido. Cuando se grita, no se
piensa; en cambio, cuando uno canta o toca música, reflexiona. Para hacer
música hay que organizar el sonido y los movimientos, y para escribir una
historia, hay que organizar el lenguaje y el recado.
Allí comenzó su
peregrinar por las orquestas locales: primero la Banda Departamental del
Atlántico, y después acompañando a sus colegas profesionales: Juancho Esquivel,
Ramón Ropaín, Rufo Garrido, José Ramón Herrera, Clímaco sarmiento y Pacho
Galán, hasta que monta su propia orquesta: Nuncira Machado y su Orquesta con la
voz del inconfundible Tony Zúñiga (“¡Come callao, come callao!”), grabando para
disqueras costeñas como Eva, Tropical, Fuentes y Curro. Entre sus interpretaciones
orquestales se cuentan: “Lamento montañero, “El gato de chepa”, “Juan de
Acosta”, “El conejo cotilino”, “A ti”, “Rocío”…
Escuchar “El platanal”
https://n9.cl/06gvnv
Escuchar “El hombre
del palo” https://n9.cl/40awm
Tema
con tres nombres diferentes y una canción verdadera
“En la rueda del
cumbión”, o “Los amores de Petrona” o “Como se acaban las velas” es una
emblemática canción carnavalera de la autoría del nortesantandereano Julián
Pérez Carvajalino, que tuvo un viacrucis para su perfección melódica y
consecuente grabación, pues el arreglista inicial, el soledeño Marcial Marchena,
no acertaba con el gusto espiritual de la inspiración: un romance efímero entre
Petrona con Lucho Francisco Ramos alrededor de un cambión, que en la Costa
sucede en las fiestas patronales, decembrinas o en carnaval.
Todo sucedió en 1966: Julián Pérez C. comentó
en un encuentro casual por los lados de la calle Progreso con Jesús de
Barranquilla a Jesús Nuncira que tenía la letra de una canción, la cual le
entonó a capela, pero que no lograba perfeccionar la melodía, lo que iluminó al
cienaguero, aunque con arreglos nuevos, incluyéndole coro y estribillo
principal: “Los
amores de Petrona, fueron una exhalación, y ahora están de boca en boca, que es
una murmuración”.
Al terminar mostró la pieza a Genaro
Fallú y a Emilio Fortou, dueños de Discos Tropical, que le dieron de inmediato
luz verde a la grabación.
La nómina que grabó era de lujo:
Justo Velázquez en el bajo; Alci Acosta en el piano; Chicho Medina y Raúl
Lastra en las trompetas; Chicho Sarmiento en el saxo alto; Roberto Plá en la
batería; “el mulo” en las congas; Rosendo Martínez en el bombardino; el
cantante cartagenero Luís Gómez y Nuncira Machado, saxo tenor, arreglo y
dirección y en los coros Óscar Pantoja y Tomasito Rodríguez, el que grita al
comienzo “me falta la ele”, un gap en alusión al concurso que hacía con las
checas la gaseosa Kolcana en ese época.
Escuchar “Cómo se acaban
las velas” https://n9.cl/lnbbz
Incluso, en algún momento a este
periodista comentó Armando Galán (qpd) cuando se construía la biografía
novelada del maestro Pacho Galán, que Jesús Nuncira participó en las
reflexiones que hacía el músico soledeño con sus amigos más cercanos al
respecto de la creación del ritmo Merecumbé:
-Pero entonces que no
sea de la misma línea o tenga el mismo orden del porro: danza, ad-liventon,
contradanza y bozá -propuso Nuncira Machado-. Quítale la entrada y dale un giro
melódico más vocal.
Bogotá, sueño urbano nacional
Hacia la década de los 60 Bogotá tuvo un auge
de la industria musical a través de Philips y CBS en franca competencia con
Medellín, que había escalado con Fuentes, Sonolux, Codiscos, Victoria y otras
disqueras de menor relevancia, mientras al respecto se daban retrasos
productivos de Cartagena y Barranquilla.
Pero, además, la ciudad capital desarrolló un
eficiente sistema tributario, lo que le dio fortaleza financiera, y un plan de
conectividad interna y externa que la hacía seductora tanto en lo empresarial
como en lo comercial y social. Entonces creció, y con ello el negocio de la
música, concentrando en su quehacer de diversión a las mejores orquestas
nacionales que terminaron asentadas allí o asegurando la ciudad como subsede.
Nuncira Machado no fue la excepción, migró.
Además de que en 1969 se integra a la Orquesta Sinfónica de la Policía
Nacional, ingresa a los sellos Philips y CBS en donde graba con agrupación de
banda sabanera instrumental.
Con CBS graba el fandango “Bogotá” https://n9.cl/40awm
El músico, compositor, arreglista y director
de orquesta falleció en la capital de Colombia el 11 de abril de 1993, y su
herencia la continuaron dos de sus hijos, el percusionista Tito (quien falleció
en 2021 por Covid) y el cantante Chucho Nuncira Cervantes, ambos con
agrupaciones propias como La Fuerza Mayor y exintegrantes de la Protesta y
Orquesta Tupamaros. Además, son hijos suyos: Mariela, Luz Marina, Rocío y
Wilson, todos con la barranquillera Julia Cervantes.
Los nietos de Jesús Nuncira Machado también llevan en su cuerpo de vena de músicos.
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