sábado, 30 de agosto de 2025

"Nacimientos de pobres, la vida en manos empíricas":

La ONU declara la partería de Colombia Patrimonio Inmaterial de la Humanidad

En Colombia, oficio casi despreciado; en Alemania, prestigioso. No hay en el barrio Rebolo de Barranquilla adulto mayor que no haya sido recibido por procedimientos ancestrales. Las viejas Jóvita, Tiburcia, Donatila, María Lucas, María Salomé y otras, de la santería a la partería. Del parto casero a la “Gota de Leche”. Cuando el médico era el asistente de la partera, porque este no sabía de “tripa atravesada” ni acomodar la criatura. Rosa Blandón, ahora, desde La Chinita, record informal de extracción natural o “alternativa” de bebés.

Por Carlos Ramos Maldonado
Relieve dedicado a la "mayéutica" (maieutikós) o "perita en partos" en la antigua Grecia

La primera tragedia que conocí en mi vida, que recuerde de mi barrio apacible donde nadie moría por muerte extraña, a no ser de viejo o enfermedad infantil, fue la de la vecina Doris por eclampsia y su primera hija sin nombre que no alcanzó a nacer, en el Hospital de Barranquilla o “de Caridad”. Repaso confuso los féretros envueltos en flores naturales encima de poncheras que contenían hielo hechizo y la tristeza se me convierte en ternura. El féretro de la niña era muy pequeño, blanco y abierto, y ella, como juguete de navidad, aferraba en sus manos empuñadas unas azucenas níveas que mi madre Bernarda había cortado de su jardín solariego.

Marco, el padre de esa familia reducida, después se juntó con su cuñada y tuvieron cinco hijos, todos atendidos por la centenaria señora Jóvita, la matrona de al lado que provenía de las cantaoras de cultura anfibia y conocía de sus ancestros los secretos y la medicina del alma y del cuerpo, sanos o contaminados.

Mi madre le cambiaba sus favores de doce partos (de ellos, cuatro abortados) por espermas, alcohol y Citronela que compraba en la droguería Juliao del Boliche, y que la anciana combinaba con otros aromas naturales en mejunjes para rendir su magia en los vientres de mujeres embarazadas calculando sexo del feto y fecha de nacimiento, casi siempre acertados. El procedimiento requería, además de una ayudante y una hora en promedio, bastante agua, toallas, gasas, plástico, tijeras quirúrgicas, guantes desechables y una encomendación a Dios y al santo más cercano.

Entonces, la llegada de un neonato a casa era una ceremonia solidaria y respetuosa y la partera era la cacica de la tribu de los sabios celestes por su caracterización ocupacional, jugando un rol relevante en el contexto sociocultural, a veces más que el profesor, el médico, el cura o las monjas del patronato.

Mujeres santeras y parteras

La ascendencia de muchas matronas del barrio pertenecía a las provincias de Río Magdalena, de estirpe campesina, afro o indígena, casi todas portadoras de rituales religiosos proclives a santos y santas de la iglesia católica, pero revestidos de los espíritus montunos.

Jóvita descendía de los Montes de María y su primera práctica de “luz nueva” fue precisamente el nacimiento de mi madre en la calle Belén con callejón Buen Retiro de Rebolo. Después perdió la cuenta de los partos atendidos y de las tantas velas que debía a los santos, además de las primeras menstruaciones, el control a primerizas y las menopausias ajenas. Enseñó educación sexual, la partería, la medicina integrativa, los cambios de la luna, las vigilias nocturnas y las mañas de adivinaciones a Tiburcia en la calle Consolación, a Donatila Pinto en el Camino Viejo, a Ana Consuegra en la calle Sol, a María Sabina Lucas en la calle Caridad, a María Villalobos en Las Nieves y a la Niña Salo (María Salomé) en la calle Belén, ya esta última asistida por médicos de la “Gota de Leche”, el centro asistencial maternoinfantil que montó allí cerquita el general Gustavo Rojas Pinilla y que después asumió la Alianza para el Progreso. El médico, doctor Daniel Zabaleta, era una especie de enfermero que no metía mano a la matriz de las parturientas, menos si presumía una criatura en mala posición o un cordón umbilical atravesado; esa tarea la encomendaba a la destreza empírica.

Las comadronas, por ello, recomendaban a los padres alimentar bien a sus hijas desde niñas para que aguantaran los partos caseros, cuando les tocara.

Del desprecio al prestigio

Con la formalización del servicio de obstetricia en el Hospital de Caridad en los años Sesenta del siglo pasado, el oficio de partera tuvo grandes afectaciones morales y perdió clientela, tanto que las familias “de bien” de los sectores populares miraban por debajo de los hombros a las mujeres embarazadas que aun preferían dar a luz con comadronas experienciales, a quienes, por supuesto, estas gestantes les tenían mayor confianza o su intervención resultaba más cerca y casi gratis.

A las parteras se les calificaba secretamente de antihigiénicas y de brujas, a pesar de que estas no salían de las iglesias, casi siempre con su vestido negro largo y una mantilla transparente de encajes, y eran las rezanderas de los velorios caseros.

Escasearon, pero muchas de sus descendientes se hicieron enfermeras del sistema médico alopático para atender nacimientos en maltrechas clínicas privadas de sectores pobres y visitar enfermos a domicilio.

Aunque aún persisten algunas, como Rosa Blandón Córdoba, una chocoana habitante del barrio La Chinita, que aseguró en una entrevista con José Rodríguez para El Heraldo haber intervenido más de 200 nacimientos, de los cuales apenas ha urgido remitir unas diez parturientas al Hospital, y 50 son ahijados suyos.

Leer reportaje a Rosa Blandón en https://n9.cl/x261i

Y Ernestina López Parra, también del barrio La Chinita, dice que ella misma atendió sus dos últimos partos, de diez que tuvo, también con parteras:

Ver video Partera de La Chinita (Barranquilla), Cámara Ricardo Pérez, NSB https://youtu.be/ugfDgc0AmqM

El día de las comadronas se celebra el 5 de mayo, desde 1991, para llamar la atención sobre la importancia de esta labor popular solidaria por el derecho a la vida. La idea surgió en la conferencia de la Confederación Internacional de Comadronas (International Confederation of Midwives, ICM) que tuvo lugar en los Países Bajos en 1987.

En el año 2017, el Ministerio de Cultura de Colombia había incluido la partería ancestral afro del Pacífico en la Lista Representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial del Ámbito Nacional a los Saberes Asociados porque representaba una heredad vigente del saber identitario en asentamientos populares urbanos, rurales y étnicos, con enfoque comunitario y de género. Y el pasado 6 de diciembre del 2023 esta práctica rutinaria facilitadora del parto domiciliario en nuestro territorio nacional se aprestigió mundialmente al ser declarada por la Unesco como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, junto con Alemania, Chipre, Eslovenia, Kirguistán, Luxemburgo, Nigeria y Togo, ocho países que emparentados para tal fin hicieron la propuesta “Partería: conocimientos, competencias y prácticas".

Leer texto de Cancillería en https://n9.cl/wc6xr

Sin embargo, en Colombia, el proyecto de reforma a la Salud generó una polémica nacional, pues aun la comunidad médica y científica guarda recelos por la incorporación formal al Sistema la medicina ancestral y los tratamientos preventivos predictivos de personas con habilidades empíricas especiales en salud.

En Alemania, comenta al respecto mi hija Vanessa que reside allá, también se usan comadronas, muy estimadas, por cierto, y son pagas por el Estado: “De hecho, mis dos partos han sido atendidos por ellas”, me afirmó en la distancia.

En países de Europa la atención en embarazos sanos la brindan las parteras, y los ginecólogos solo atienden los casos de riesgo, un 10% aproximadamente.

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