La ONU declara la partería de Colombia Patrimonio Inmaterial de la Humanidad
En Colombia, oficio casi despreciado; en
Alemania, prestigioso. No hay en el barrio Rebolo de Barranquilla adulto mayor
que no haya sido recibido por procedimientos ancestrales. Las viejas Jóvita,
Tiburcia, Donatila, María Lucas, María Salomé y otras, de la santería a la
partería. Del parto casero a la “Gota de Leche”. Cuando el médico era el asistente
de la partera, porque este no sabía de “tripa atravesada” ni acomodar la
criatura. Rosa Blandón, ahora, desde La Chinita, record informal de extracción
natural o “alternativa” de bebés.
La primera tragedia que conocí en mi vida,
que recuerde de mi barrio apacible donde nadie moría por muerte extraña, a no
ser de viejo o enfermedad infantil, fue la de la vecina Doris por eclampsia y
su primera hija sin nombre que no alcanzó a nacer, en el Hospital de
Barranquilla o “de Caridad”. Repaso confuso los féretros envueltos en flores
naturales encima de poncheras que contenían hielo hechizo y la tristeza se me
convierte en ternura. El féretro de la niña era muy pequeño, blanco y abierto,
y ella, como juguete de navidad, aferraba en sus manos empuñadas unas azucenas
níveas que mi madre Bernarda había cortado de su jardín solariego.
Marco, el padre de esa familia reducida, después
se juntó con su cuñada y tuvieron cinco hijos, todos atendidos por la
centenaria señora Jóvita, la matrona de al lado que provenía de las cantaoras
de cultura anfibia y conocía de sus ancestros los secretos y la medicina del
alma y del cuerpo, sanos o contaminados.
Mi madre le cambiaba sus favores de doce
partos (de ellos, cuatro abortados) por espermas, alcohol y Citronela que
compraba en la droguería Juliao del Boliche, y que la anciana combinaba con
otros aromas naturales en mejunjes para rendir su magia en los vientres de
mujeres embarazadas calculando sexo del feto y fecha de nacimiento, casi
siempre acertados. El procedimiento requería, además de una ayudante y una hora
en promedio, bastante agua, toallas, gasas, plástico, tijeras quirúrgicas, guantes
desechables y una encomendación a Dios y al santo más cercano.
Entonces, la llegada de un neonato a casa era
una ceremonia solidaria y respetuosa y la partera era la cacica de la tribu de
los sabios celestes por su caracterización ocupacional, jugando un rol
relevante en el contexto sociocultural, a veces más que el profesor, el médico,
el cura o las monjas del patronato.
Mujeres santeras y parteras
La ascendencia de muchas matronas del barrio
pertenecía a las provincias de Río Magdalena, de estirpe campesina, afro o
indígena, casi todas portadoras de rituales religiosos proclives a santos y
santas de la iglesia católica, pero revestidos de los espíritus montunos.
Jóvita descendía de los Montes de María y su
primera práctica de “luz nueva” fue precisamente el nacimiento de mi madre en
la calle Belén con callejón Buen Retiro de Rebolo. Después perdió la cuenta de
los partos atendidos y de las tantas velas que debía a los santos, además de
las primeras menstruaciones, el control a primerizas y las menopausias ajenas.
Enseñó educación sexual, la partería, la medicina integrativa, los cambios de
la luna, las vigilias nocturnas y las mañas de adivinaciones a Tiburcia en la
calle Consolación, a Donatila Pinto en el Camino Viejo, a Ana Consuegra en la
calle Sol, a María Sabina Lucas en la calle Caridad, a María Villalobos en Las
Nieves y
a la Niña Salo (María Salomé) en la calle Belén, ya esta última asistida por
médicos de la “Gota de Leche”, el centro asistencial maternoinfantil que montó
allí cerquita el general Gustavo Rojas Pinilla y que después asumió la Alianza
para el Progreso. El médico, doctor Daniel Zabaleta, era una especie de
enfermero que no metía mano a la matriz de las parturientas, menos si presumía
una criatura en mala posición o un cordón umbilical atravesado; esa tarea la
encomendaba a la destreza empírica.
Las comadronas, por ello, recomendaban a
los padres alimentar bien a sus hijas desde niñas para que aguantaran los
partos caseros, cuando les tocara.
Del desprecio al prestigio
Con la formalización del servicio de
obstetricia en el Hospital de Caridad en los años Sesenta del siglo pasado, el
oficio de partera tuvo grandes afectaciones morales y perdió clientela, tanto
que las familias “de bien” de los sectores populares miraban por debajo de los
hombros a las mujeres embarazadas que aun preferían dar a luz con comadronas
experienciales, a quienes, por supuesto, estas gestantes les tenían mayor
confianza o su intervención resultaba más cerca y casi gratis.
A las parteras se les calificaba secretamente
de antihigiénicas y de brujas, a pesar de que estas no salían de las iglesias,
casi siempre con su vestido negro largo y una mantilla transparente de encajes,
y eran las rezanderas de los velorios caseros.
Escasearon, pero muchas de sus descendientes
se hicieron enfermeras del sistema médico alopático para atender nacimientos en
maltrechas clínicas privadas de sectores pobres y visitar enfermos a domicilio.
Aunque aún persisten algunas, como Rosa
Blandón Córdoba, una chocoana habitante del barrio La Chinita, que aseguró en
una entrevista con José Rodríguez para El Heraldo haber intervenido más de 200
nacimientos, de los cuales apenas ha urgido remitir unas diez parturientas al
Hospital, y 50 son ahijados suyos.
Leer reportaje a Rosa Blandón en https://n9.cl/x261i
Y Ernestina López Parra, también del
barrio La Chinita, dice que ella misma atendió sus dos últimos partos, de diez
que tuvo, también con parteras:
Ver video Partera de La Chinita
(Barranquilla), Cámara Ricardo Pérez, NSB https://youtu.be/ugfDgc0AmqM
El día de las comadronas se celebra el 5 de
mayo, desde 1991, para llamar la atención sobre la importancia de esta labor
popular solidaria por el derecho a la vida. La idea surgió en la conferencia de
la Confederación Internacional de Comadronas (International Confederation of
Midwives, ICM) que tuvo lugar en los Países Bajos en 1987.
En el año 2017, el Ministerio de Cultura de
Colombia había incluido la partería ancestral afro del Pacífico en la Lista
Representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial del Ámbito Nacional a los
Saberes Asociados porque representaba una heredad vigente del saber identitario
en asentamientos populares urbanos, rurales y étnicos, con enfoque comunitario
y de género. Y el pasado 6 de diciembre del 2023 esta práctica rutinaria facilitadora
del parto domiciliario en nuestro territorio nacional se aprestigió
mundialmente al ser declarada por la Unesco como Patrimonio Cultural Inmaterial
de la Humanidad, junto con Alemania, Chipre, Eslovenia, Kirguistán,
Luxemburgo, Nigeria y Togo, ocho países que emparentados para tal fin hicieron
la propuesta “Partería: conocimientos, competencias y prácticas".
Leer texto de Cancillería en https://n9.cl/wc6xr
Sin embargo, en Colombia, el proyecto de
reforma a la Salud generó una polémica nacional, pues aun la comunidad médica y
científica guarda recelos por la incorporación formal al Sistema la medicina
ancestral y los tratamientos preventivos predictivos de personas con
habilidades empíricas especiales en salud.
En Alemania, comenta al respecto mi hija
Vanessa que reside allá, también se usan comadronas, muy estimadas, por cierto,
y son pagas por el Estado: “De hecho, mis dos partos han sido atendidos por ellas”,
me afirmó en la distancia.
En países de Europa la atención en embarazos sanos la brindan las parteras, y los ginecólogos solo atienden los casos de riesgo, un 10% aproximadamente.

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