DANIEL SANTOS, “ESTE CARIBE TAN MÍO”
Por Carlos Ramos Maldonado
Cuando el 31 de mayo de 1953 Daniel
Santos apareció en público por primera vez en Barranquilla para debutar por la
tarde en el Teatro Colombia, traído por Roberto Esper Rebaje en el cumplimiento
de un contrato de dos mil dólares libres de gastos para 28 presentaciones en
una semana (dos en radio y dos en teatros diariamente, comenzando ese mismo
domingo por la tarde), el periodista director de Emisoras Riomar (que quedaba
en la Calle del Comercio con Callejón del Mercado), José Vicente Meza, lo
recibió al mediodía en su estudio al aire con un mortero:
-Bueno, si pregonas que eres
antiyanquí ¿por qué estuviste en el ejército gringo?
-¡Mira chico! ¿Acaso yo quería ir?
¿Qué tú crees? Me reclutaron para la infantería viviendo en Nueva York, y me
enviaron para instrucciones marciales a un campamento de Kentucky, pero no
aguanté la idea de ser un american
fighting y deserté. Aunque ante el acoso de la policía militar retorné como
remiso y entonces para castigarme me enviaron a una cárcel de Alabama, donde
viví los maltratos y las virtudes del infierno. Después me trasladaron a la
isla Maui, en el archipiélago de Hawai, donde duré 16 meses, cuando el
conflicto mundial se acercaba a las bombas atómicas de Hiroshima y Nagasaki. La
suerte fue que un alto oficial me recomendó para integrar una orquesta de
soldados que distraía a las tropas que realmente eran la retaguardia del
frente. Allí me apodaron Cisco Kid.
“vengo a decirle adiós a
los muchachos
Porque pronto me voy para
la guerra…”
-¿Pero tú eres comunista? –disparó el
comunicador, esta vez con un misil, a sabiendas de la crisis política en
Colombia por el inconformismo militar ante el gobierno ultraconservador y
distante de Laureano Gómez, cuando cualquier librepensamiento era proscrito en
este país.
El Inquieto Anacobero (voz africana “ñañinga”, traducida como
diablillo), que usaba un vestido de
chasquín blanco, corbata violeta y zapatos de charol negro, se peinó el abundante
y retocado bigote de carbón con los dedos índice y pulgar de la mano izquierda,
mientras con la otra se medía una cachucha carmesí que Pacho Galán, allí
presente, acababa de comprar para su colección personal en el almacén de los
Hermanos Lacorazza. El trovador jíbaro de 37 años miró al periodista Alfonso
Rosales, al empresario Toño Esper, al investigador José Portaccio y a su
ocasional director musical César Pompeyo, colocando su coraza de guerrero
Caribe:
-¡No, chico! ¿Qué tú quieres? ¿Que me
deporten de Estados Unidos? Yo sí soy nacionalista, admirador de Pedro Albizu
Campos, el líder del movimiento independentista de Puerto Rico que lleva ya 16 años no consecutivos en
prisión por conspirar contra el imperialismo de USA.
Todos, en ese instante, quedaron cautamente
atónitos, no tanto por la sincera respuesta del bardo latino, sino porque en
ese preciso momento entró Nicolás López Villa, un rebolero dueño del bar
Mellomar (calle España con Buen Retiro, Barrio Chino) que le llevaba por
encargo del secretario de Roberto Esper una buena dosis de marihuana, a
exigencias del boricua.
De la Sonora
Matancera a la Sonora del Caribe
En los “Especiales de Todelar” que entre
los años 2003 y 2005 se hicieron durante doce horas continuas todos los días
festivos a través de Riomar, un dos de junio correspondió a Daniel Santos, para
celebrar precisamente los 50 años de su arribo a Barranquilla. Allí se
entrevistaron personajes que estuvieron cerca de esa primera visita del
encumbrado artista que definía al Caribe como un todo cultural proclive a la
libertad: “Este Caribe tan mío”, decía. Dirigido el especial por este
periodista y un staff en el que participaron Pedro Juan Meléndez, Carlos
Mayans, Rafael Bassi, Carlos Manjarrés, Arnold Tejeda, Manuel Ramos Pulido,
Rubi Jácome, Carlos J. Arzuza y Antonio Monroy, se logró entrevistar al mismo
Roberto Esper, a Marco T. Barros Ariza, a
Álvaro Ruiz Hernández, a José Portaccio Fontalvo (por teléfono), al
tamborilero de la Danza El Torito Mingo Pérez (que proveía de “insumos” al
cantante) y a su amigo personal y compadre (Daniel le bautizó un hijo en 1958),
ya anciano, Nicolás López Villa, que para ese entonces vivía muy modestamente en
el barrio Las Nieves, donde lo visitamos. A César Pompeyo fue imposible
localizarlo.
Del mismo Roberto Esper se recoge que
fue una circunstancia no prevista la contratación de Daniel Santos para
presentarse en Colombia: él, don Roberto, había ido a Estados Unidos con su
amigo Jorge Manzur a comprar tela para sus almacenes y durante el viaje de
regreso hicieron escala turística en La Habana. Allí visitaron Radio Progreso,
pues ya tenía la inquietud de ser empresario de las comunicaciones, justo en el
momento cuando se presentaba Daniel Santos con la Sonora Matancera. Cómo idea
mágica, don Roberto tuvo la inquietud de traerlo a Barranquilla, y, después de
algunas relaciones y conversaciones directas, acordaron los costes y la agenda
en Colombia.
El mismo Roberto Esper lo recogió el
sábado 30 de mayo en el Aeropuerto de Cartagena y lo trajo vía Cordialidad en
su Chevrolet convertible último modelo. El cantante y compositor venía con su
novia Alicia Araujo. En Luruaco jamás se enteraron del disfrute de sus típicas “arepas´e
huevo” y la chicha de maíz “masticao” de Juaruco por parte del ilustre
visitante de paso.
Y cuando entraron a Barranquilla, se
sorprendió al ver las fachadas de los bares que lo devolvieron a Nueva York,
guardando las proporciones: La Charanga, El Palladium, El Gardenia Azul, El
Place Pillage y El Nido. Se podría decir, que por su personalidad abierta,
popular y bohemia, el mejor vividero del mundo le pareció agradable.
Acá, lo hospedaron en el Hotel Luxor
(calle Caldas con 20 de Julio) y se quedó sin descansar para entenderse con
César Pompeyo, primera trompeta y director de la orquesta Sonora del Caribe,
que había sido creada años atrás al estilo de la Sonora Matancera, la más
popular en Latinoamérica en esos tiempos. La Orquesta terreña no solo amenizaba
la programación musical de las emisoras locales, sino que animaba las jornadas
bailables nocturnas de muchos cabarets de la Ciudad, especialmente los ubicados
a la altura del Barrio Chino y La Ceiba.
Contó su compadre que esa misma noche
el Jefe se escapó sin pareja para los
barrios de tolerancia con él y César Pompeyo. No solo fue al Bellomar (cuyo
nombre proviene casualmente de una canción de Daniel), sino también al Gardenia
Azul, de Emma Blanco. Al día siguiente, temprano, Toño Esper lo mudó para el
Hotel del Prado.
En la emisora, al mediodía de su
primera aparición en público en la Ciudad, los periodistas insistieron en
hablarle de política:
-No es que esté muy cómodo en la Isla
–contestó a una pregunta-, aunque nos vaya bien con la música. Es que el dictador
Batista me considera amigo del expresidente Prío, su opositor, pero además no
oculto mi respaldo a los muchachos del partido Ortodoxo, que tienen una
escuadra de resistencia en la Sierra Maestra. Los agentes de inteligencia
militar asesorados por la CIA me respiran en la nuca.
Pero la gente que escuchaba la
Emisora comenzó a amontonarse en la angosta calle con la intención de entrar y
acercarse al magnetizado artista que cautivaba todos los escenarios, por lo que
la entrevista debió apresurarse. El hombre tuvo que salir escoltado por sus
acompañantes, aunque saludó amablemente, y se acomodó de copiloto en el
Chevrolet camino al Hotel.
De teatro en
teatro, de barra en barra
Esa misma tarde se presentó en el
Teatro Colombia, allí en la calle San Blas entre Progreso y 20 de Julio, con un
aforo de tres mil asistentes a reventar, a pesar de los exorbitantes 50
centavos que costaba la entrada, más otras mil personas que quedaron afuera
escuchando por los altavoces el concierto en vivo. Ese día también se estrenó
un cortometraje documental de Jaime Muvdi sobre el Carnaval de Barranquilla y en
el intermedio de la película en cartelera Daniel Santos cantó seis temas, entre
ellos “Despedida”, “Lamento borincano”, “El preso” y “Bello mar”.
“… Pasa la mañana entera/
sin que nadie pueda su carga comprar.
Ay, su carga comprar…
Todo, todo está desierto,/ el pueblo está lleno de necesidad…””
Entre los músicos que integraron la
agrupación musical estuvieron: Alfredo “Tarzán” Pompeyo, en la segunda
trompeta; Ramiro “Pajarito” Hurtado, en la tercera trompeta; Neftalio Cardona y
el “Jabao” Luis Arévalo, en los clarinetes; “Lalo” Orozco, al piano; Pompilio
Rodríguez, en la batería; Gilberto “Platanito” Caballero, en las congas; Raúl “Buga” Escobar, en el bajo; Armando Salas
y el “Caballo” Justo Velásquez, en los bongoes, y Remberto Bru, Manuel Iriarte
y Carlos Manotas, en los coros.
Para esos tiempos, en los teatros se presentaban
eventos antes y/o en el intermedio de las películas, tales como espectáculos de
lucha libre, muestras de circo, conciertos musicales, publicidad (“vidrios”) o
un informativo internacional “congelado”, sobre todo los domingos desde la
vespertina.
Marco T. contó en el Especial de
Todelar que después del espectáculo en comento, Daniel Santos tuvo que salir
por la parte trasera del Teatro, del lado del callejón Progreso frente al
antiguo LEY, pero, incluso, allí había gente esperándolo, y tantos fueron los
admiradores que lo acosaron, que alguno le pasó la mano sucia de grasa negra
por su pantalón de lino blanco a la altura de las nalgas, aunque Nicolás López
contradijo allí mismo afirmando que el caso sucedió en el Teatro Bamba, por la
noche, en la presentación siguiente.
-Palo´e timbrada –concluyó Nicolás-.
Aquí en Barranquilla nadie se salva. No hay fama que dure un día…
En esos días, también estuvo en las
funciones nocturnas de los teatros Tropical, Bolívar, Águila, Granada, Paraíso
y Las Nieves, y nadie de los participantes de la tertulia radial negó que
acabados sus compromisos, se iba de bohemio por los cabarets de la Ciudad,
donde a veces cantaba acompañando a la Sonora del Caribe.
“Virgen de media noche,/ Virgen eso eres tú.
Para adorarte toda/ rasga tu manto azul.
Señora del pecado,/ cuna de mi canción,
vine arrodillado/ junto a tu corazón…”
De
Barranquilla para Colombia
Los espectáculos de Daniel Santos en
Barranquilla resultaron tan buenos, que culminada su agenda en la Ciudad fue
contratado con intermediación del propio Roberto Esper para actuar en Santa
Marta y Cartagena, y después una expedición por Medellín (Hotel Aristi y
Emisora RCO) y Cali (La Voz de Antioquia), siempre con la Sonora del Caribe, y
por Bogotá, donde se hizo acompañar de la Orquesta de Don Américo y sus Caribes
cuando su presentación en el radioteatro de la emisora Nuevo Mundo.
En Medellín tuvo que hacer un pare,
pues el 13 de junio en Bogotá el general Gustavo Rojas Pinilla, también de
corte nacionalista, hizo el golpe de Estado cuando el designado presidencial
Roberto Urdaneta quedó en el “tíbiri-tábara”.
La historia de Daniel Santos es bastante extensa y con suficientes anécdotas en su Caribe y en toda América, pero con sus vaivenes a Barranquilla, que fueron muchos, le dejaron un halo de raizal, como si aquí, en un ambiente ceñido de agua y madurado al sol, encontrara la libertad que siempre soñó para su propia patria.
Leer más sobre Daniel Santos en Colombia:
https://acme-cali.jimdofree.com/puerto-rico/daniel-santos/discografia-daniel-no-a/

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